Dra. Isabel Fernández

miércoles, 18 de junio de 2014

la Harvard School of Public Health (EEUU) analizó los datos de 88.803 mujeres premenopáusicas (entre los 26 y los 45 años) del Nurses Health Study II de 1991, quienes tuvieron un seguimiento durante 20 años. A lo largo de ese período, los expertos identificaron 2.830 casos de cáncer de mama. Según los registros, el alto consumo de productos de carne roja durante la edad adulta temprana fue asociado a un aumento del 22% de riesgo de padecer cáncer de mama.

Por el contrario, un mayor consumo de productos de aves de corral (como el pollo) durante la edad adulta temprana fue asociado a una menor incidencia de cáncer de mama; concretamente la sustitución de una porción de 85 gramos de carne roja al día por carne de pollo, reducía el riesgo de cáncer de mama en un 17%.

Además, los investigadores descubrieron que reemplazar una porción de carne roja al día con otro alimento rico en proteínas como las legumbres, el pescado o los frutos secos, redundó en un 14% menos de riesgo de sufrir cáncer de mama.

martes, 10 de junio de 2014

09 Jun. 2014
La homeopatía, medicina personalizada desde siempre


La medicina personalizada es una nueva forma de entender la medicina y cada vez está cobrando más auge. El reto principal de la misma no es tratar la enfermedad sin más, sino centrarse en el individuo y adoptar un tratamiento u otro en función de las necesidades biológicas del mismo.
Esta idea que empieza a sonar con fuerza ahora, no es algo ajeno en la homeopatía. De hecho, en el VI Congreso Nacional de Homeopatía en la Universidad Francisco de Vitoria, celebrado recientemente en Madrid, que este año se ha desarrollado bajo el lema ‘Por una medicina personalizada’, se recalcó esta idea. La presidenta de la Sociedad Española de Medicina Homeopática (SEMH), MªDolores Tremiño, aseguró en este sentido que “ahora que la farmacología convencional aboga por la personalización de los tratamientos, los médicos homeópatas  queremos reivindicar que es algo que, en homeopatía, llevamos haciendo más de 200 años, desde que lo propuso Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII”.

miércoles, 4 de junio de 2014

Collins sugiere que con comer tres tazas de avena para desayunar a lo largo de la semana, conseguiremos reducir en un 4% nuestro riesgo de sufrir un infarto y haremos descender nuestros niveles de colesterol. Además, se trata de un alimento bastante barato.
Salmón

Este pescado azul es un alimento altamente graso, pero ello no debe ser un impedimento para que lo consumamos, ya que se trata de una comida rica en ácidos grasos, minerales y vitaminas. Collins recomienda introducirlo una vez a la semana en nuestro menú, puesto que contiene el archifamoso ácido graso omega 3 (además del omega 6), que aumenta el tiempo de coagulación de la sangre, lo que reduce la incidencia de las enfermedades cardiovasculares. Además, beneficia de manera sensible al cerebro, e incluso un estudio publicado en el British Medical Journal señalaba que su consumo durante el embarazo podía beneficiar al niño.
Otro metaanálisis publicado en Atherosclerosis Supplements Journal llegó a la conclusión de que aquellos que tomaban tan sólo un gramo de ácido omega 3 al día durante al menos un año reducían significativamente sus posibilidades de sufrir un accidente cardiovascular. Collins recuerda que, aunque debemos consumir tanto omega 3 como omega 6 puesto que nuestro cuerpo no es capaz de producirlos de manera natural, la ratio entre ambos debería ser de 1:4, pero la mayor parte de ciudadanos occidentales se encuentra en un ratio de 1:15. Por ello, debemos intentar aumentar nuestros niveles de omega 3 consumiendo otros alimentos como las nueces, el pescado azul o el aceite de soja.


Una bebida especial en cuanto que cada una de sus variantes –verde, negro, rojo y un largo etc.– reporta beneficios parecidos pero no completamente iguales. Sin embargo, todos ellos tienen algunas cosas en común: como puso de manifiesto una investigación publicada en el American Journal of Clinical Nutrition, el consumo habitual de té no sólo ralentiza el deterioro cognitivo cuando llegamos a una edad avanzada, sino que mejora nuestra capacidad de atención y reflejos.
El té negro es el más útil a la hora de manejar el estrés, puesto que rebaja los niveles de cortisolPero, ¿cuáles son los beneficios de cada una de las variedades del té? En concreto, parece ser que el verde es útil a la hora de retrasar el alzhéimer, como puso de manifiesto un artículo publicado en el Journal of Biological Chemistry; además, goza de una importante capacidad antioxidante, lo que puede contribuir a evitar el aumento de peso. El té negro es el más útil a la hora de manejar el estrés, puesto que rebaja los niveles de cortisol. Por su parte, si queremos evitar las arrugas y las patas de gallo, haremos bien decantándonos por el té blanco.
El té rojo o pu-erh fue el protagonista de una de las últimas dietas en ponerse de moda, y en la que se utilizaban las cualidades obtenidas del proceso de doble fermentación que distingue a esta bebida, como son el aumento de la diuresis o la aceleración del metabolismo.
Soja

De entre todos los beneficios que se han atribuido a esta especie de la familia de las leguminosas, no todas han sido refrendadas por la ciencia, pero se trata de un alimento positivo para la salud. Durante siglos fue la principal fuente de proteínas de los países orientales, y hoy en día ya es consumida en todo el mundo. Entre sus propiedades se encuentra su capacidad para controlar el colesterol (puede llegar a reducir el colesterol malo en hasta un 10%) o ayudar a retrasar el envejecimiento gracias a sus fosfolípidos, sus ácidos grasos poliinsaturados y la vitamina E de la lecitina de soja.
Es una importante fuente de ácido fólico, tiamina, riboflavina, hierro, zinc y magnesioAdemás, como ocurría con los alimentos anteriormente presentados, la soja puede reducir significativamente el riesgo de sufrir un infarto. Una investigación publicada en Nutrition, Metabolism & Cardiovascular Diseases llegó a la conclusión que aquellos que habían consumido alimentos con soja como la pasta, la leche de soja o la judía mungo durante más de cuatro semanas mejoraron su circulación en un 0,72%.
Es un alimento muy rico en proteínas, minerales y vitaminas, entre las que destacan las del grupo B como la B1, B2 y B5 o las vitaminas A y E. También proporciona fósforo y potasio, así como ácidos grasos poliinsaturados. Pero si por algo destaca la soja es por su elevado aporte proteínico, que llega a superar al de la carne, los huevos y la leche, alimentos con un mayor nivel de grasas saturadas. Por último, es una importante fuente de ácido fólico, tiamina, riboflavina, hierro, zinc y magnesio.

DESMONTANDO MITOS DEL AZÚCAR


El azúcar goza de muy mala fama al ser considerado un alimento hipercalórico y prohibido en la mayoría de las dietas adelgazantes. La doctora Gómez Candela, sin embargo, afirma que el azúcar se comporta como cualquier otro carbohidrato aportando cuatro calorías por gramo y que no existe evidencia científica que asocie su consumo con el desarrollo de la obesidad. A su juicio, lo que realmente se relaciona con la obesidad es un balance energético positivo, es decir, con una ingesta energética superior a los requerimientos del organismo, lo que es relativamente frecuente por la falta de ejercicio físico. En definitiva, el azúcar no es en modo alguno el causante exclusivo del exceso calórico.

Según los autores del trabajo, culpar a este alimento de la acumulación de grasa en el cuerpo y suprimirlo por completo de la dieta al tiempo que mantenemos el sedentarismo y otras malas prácticas solo servirá para agravar nuestra salud.

FACTORES QUE ACORTAN LA VIDA

Obesidad: Tener exceso de peso está relacionado con enfermedades ligadas al envejecimiento como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer. También la obesidad provoca una disminución en la longitud de los telómeros.

Estrés: Aunque no se trate de una sustancia, sí que actúa como un poderoso aliado del envejecimiento prematuro. Aunque diversos estudios muestran que un poco de estrés puede ser positivo, mucho provoca una disminución de las defensas, un aumento de enfermedades cardiovasculares, un impacto negativo en la memoria así como una disminución de la encima telomerasa, que es la encargada de reparar los telómeros.